Existe una forma de relación con el árbol, podemos establecer vínculos afectivos aprendiendo a amar a los árboles, a mirarlos, a trasladarnos mentalmente hasta ellos aunque estemos lejos, a alimentarlos con nuestro pensamiento y cariño, a comunicarnos.
Loa árboles como los niños, necesitan amor y atención. A veces vemos en los pueblos y ciudades, en parques y lugares humanizados, árboles que inmediatamente llaman nuestra atención por su vigor, su majestuosidad y grandeza. Son árboles admirados que se alimentan de los sentimientos de la gente hacia ellos, y con su sola presencia trasmiten sentimientos de paz, calma y espiritualidad.
A veces pienso que más valdría plantar unos pocos árboles y estar a menudo con ellos, que hacer grandes plantaciones. Relacionándonos frecuentemente con ellos, nutriéndolas con nuestro cariño. Por eso me parece muy bien las iniciativas de apadrinar un árbol y resposabilizarse de su cuidado.
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