Desde que vivimos en el caserío hemos tenido perro en la familia. Cuando los hijos eran peqequeños tuvimos una cocker que se llamaba Lur y convivimos felices y contentos hasta que ya siendo viejita le atropelló un coche en la mismo aparcamiento de casa. Tambien tuvimos a Xol un setter muy fiel que vivió hasta el verano pasado tambien viejito hasta más no poder.
Siempre he querido tener un labrador y después de haber superado el duelo que supone la pérdida de un perro, que es muy fuerte, por cierto, empezamos a hablar del tema. Os tengo que decir que yo he tenido mis grandes dudas puesto que ya sé lo que supone tener un animal a tu cargo, y ya había degustado durante unos pocos meses lo que es no tener la responsabilidad de tener una mascota a tu cargo.
Poco a poco nos hemos ido animando y ha llegado a nuestras vidas Luna, un labrador de cinco meses. Luna ha cambiado nuestras vidas, ha llenado de risas y alegrías nuestra casa. Ha vuelto el desorden, las revistas y periódicos destrozados y la gran compañía que te hace un perro.
Ya no hay excusa, a las 11 de la noche sales fuera para que mee Luna, pero de paso disfrutas de las noches, de la otra luna, de los cárabos y de una buena compañía.
Ya no hay excusa para pasear en pleno invierno por la playa e incluso mojarte los pies para que Luna se anime a mojarse con nosotros. Es decir, a vuelto "la locura" a nuestra casa, ¡y bienvenida sea! ¡Te adoro Luna!
0 comentarios:
Publicar un comentario