Quien es lúcido no está tanto en el juzgar, sino en el amar. El que no es lúcido no está tanto en si le han herido, sino en no herir. El que es lúcido renuncia a actitudes y comportamientos nocivos que traen sufrimiento para uno y para los demás. El que es lúcido no se deja encadenar por las sensaciones pasajeras e ilusorias y se establece en lo más genuino de sí mismo. El que es lúcido atiende lo que hay que atender y desatiende lo que no hay que atender. Porque el lúcido es dueño de sus sentimientos, no se altera desmesuradamente y desconfía tanto del halago como del insulto.
El cultivo de la virtud y la práctica de la meditación dan por resultado la lucidez. La lucidez ayuda a superar el apego procura , por tanto, equilibrio, a la par que otorga paz mental. Ramiro Calle.
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